viernes, febrero 1

Tareas domésticas



Estamos en pleno medio de nuestro año nupcial: para precisar, comenzamos con una breve pero elegante ceremonia aquí donde vivimos, a la cual vinieron parientes desde Italia y Canadá, además de un amigo muy querido aquí en EEUU.

Meses después de casarnos, aquí estoy, armando las bomboniere para la recepción que están organizando en Canadá mis padres, para los que nos dieron regalos, aunque no vinieron a la primera ceremonia, ni podrán asistir a aquélla que haremos en Italia en julio.

Es que la fuerza del tiempo, de las tradiciones y de las diferencias culturales entre mis padres y yo han creado un caos global de proporción universal, con implicaciones existenciales: ¿qué es la familia, al fin y al cabo? ¿por qué luchar en contra de las tradiciones cuando éstas forman parte de una economía sociocultural, en la cual han participado nuestras familias? ¿cómo pretender que dos personas puedan cambiar o escapar a toda esa red complicadísima de gestos correspondidos a lo largo de décadas?

Por otro lado, ahora tenemos un pretexto para conversar y negociar, tenemos que planear con meses de anticipación, llegamos a un acuerdo, tomamos decisiones, y aprendemos todos a navegar espacios desconocidos; mis padres descubren que, no todos los matrimonios son iguales, mi esposo está descubriendo que sí que son necesarios e incluso bellos estos eventos y yo estoy descubriendo que las bodas en realidad son un mecanismo de negociación y trabajo en equipo que prepara a ambas familias, junto a la pareja, a realizar otros planes y otras cosas más importantes en el futuro.

Desde fuera, habíamos visto sólo los aspectos superficiales, y al querer huir de éstos, casi nos perdimos esta maravillosa oportunidad para crecer y dejar florecer las expectativas de nuestros parientes.

Es con esta visión que me empeño en preparar con diligencia y no poca reflexión mis bomboniere de la seconda ronda.

3 comentarios:

Desde mi Atalaya dijo...

Vaya con lo que te espera por hacer, un abrazo fuerte y buen animo.

Soraya

Homeronica dijo...

Todo esto es extraño para nosotros; tenemos tradiciones pero si queremos las cumplimos y si no; no. No hay apego a ellas. Cuando se funda en matrimonio una pareja; deben consensuar todo lo mas importante que les afecte de manera directa o indirecta en su relación. Felicidades por que ya encontraron su punto de equilibrio. Un abrazo. H.

MR dijo...

homero, ojalá que sí...mi marido y yo venimos de culturas distintas, y de familias que se aferran a sus costumbres. si yo tuviera que elegir entre su cultura y la de mis padres, optaría sin dudas por la de mi marido, pues la de mis padres ha dado lugar a tantos problemas y choques. pero mi marido es paciente, y esto es clave para nuestra relación, porque cualquier otro no habría soportado las manías de mis padres, ya lo sé por mi propia experiencia! sin embargo, en caso de tener hijos, trataré de transmitirles todo lo que conozco de la cultura coreana. creo que es una obligación más que una opción. todavía identificamos la raza con la cultura y la lengua, así que nadie, de verme de cara, diría "ah, claro, eres canadiense"...