miércoles, febrero 23

El no ser del ser

García Lorca, hablando de la inspiración poética, nos explica que "hay que reposar la visión y el concepto para que se clasifiquen." Si bien Boecio ha clasificado tres tipos de músicos, calificando de verdaderos los que "juzgan la ejecución instrumental y los cantos", entonces se confirma la misma idea, pero articulada de otra manera.

Tan sólo cambia el envase: la materia es la misma. La imitación de la vida.

Para seguir hay que dejar un espacio entre el acto y su imitación.

El gesto actuativo nos lo exige. De otro modo, sería como hacer el amor y comer en el mismo instante y así se violarían las reglas del performance. No en vano se traduce como interpretación.

Uno no es en el momento en que es; al serlo, deja de ser.

sábado, febrero 19

Hoy quiero hablar del circo.

El Cirque du Soleil nació en Montréal, Québec, provincia francófona canadiense. O sea, al este de mi patria (André, novio de mi hermana se niega a aceptar que su pueblo sea parte del Canadá). Recuerdo vagamente cuando estuve allí hace años que se veían por todos lados los carteles del "Circo del Sol", pero no llegué a entender de que se trataba hasta hace unos meses, cuando me tocó otra coincidencia familiar: en la misma semana en que mi padre me decía que iba a ver el circo, yo encontré en la colección de dvds de la biblioteca universitaria la grabación en vivo de "Alegría". Alucinada por lo que vi, llamé a casa y exclamé a todos que fueran a ver una función del Cirque du Soleil, porque era la ostra y había visto en su página web que desembarcaba en Toronto sobre esas fechas. Mi madre, divertida, me contestó diciendo que ya habían ido. -Pero si esto no es un circo cualquiera, respondí, pero es probable que en ese momento ella haya cambiado de tema, primero porque le habría llamado a su trabajo y entonces estaba ocupada, segundo porque mi madre es así.

El espectáculo es una maravilla artística, técnica (en todos los aspectos, desde la construcción del escenario, la coreografía, el atleticismo, los trajes) y musical. La destreza se combina con el lirismo de los gestos, de la postura, del delicado equilibro arlequinesco entre la tristeza y la alegría exuberante. Entre saltos y contorsiones de cuerpo, me puse a pensar en la poesía, en qué es lo que realmente nos aporta la ceremonia, la concentración y cuál fue el origen de la conciencia ritual del ser humano. Tópicos que sé que han sido investigados e incluso tendré por allí las referencias bibliográficas con las páginas específicas. Pero aquí no me interesan los libros ni los teóricos.

Quiero imaginar el primer momento en el que levantar los brazos hacia el cielo significara una cosa; el primer momento en que se señaló la gratitud así como el reconocimiento de un público por medio de una reverencia; el primer momento en que se hizo conciente de estar ante el público. Mientras recorría esas ideas, se me ocurrió una cosa, planteada de una forma interrogativa: ¿acaso echaba yo de menos interpretar en el escenario? El hecho de haber estado frente a tanta gente durante gran parte de mi vida me ha moldeado y por supuesto que ha dejado su huella. Pero entonces me vi evitando la respuesta, o al menos evadiendo la pregunta. ¿Entonces?

Mi respuesta se ha dado en otra época, en boca de uno mucho más sabio que yo, pues según Boecio, hay tres tipos de músicos: los que tocan instrumentos musicales, los que componen cantos, y los que juzgan la ejecución instrumental y los cantos. De estos tres, el último es el que verdaderamente se llama músico, pues se basa en el uso de la razón (cita robada de una tesis doctoral; gracias, Mario). No es lo que dirían los músicos de hoy.

Interpretar en el escenario me gustaba. Yo era muy sensible a la sinergia, sabía manipular la atención de los oyentes, cuando terminaba de tocar, el público tardaba unos segundos en comenzar el aplauso; todos indicios buenos para un intérprete. Pero para poder interpretar, yo necesitaba leer. Para "contar las historias" de la música, era preciso sentir la música de las palabras y sentir también la gramática de la música para luego recitar melodías trágicas, para recitar pensamientos íntimos, para recitar acusaciones, formulaciones, imitaciones y aproximaciones de nuestra comunicación verbal.

Estar en el escenario me enseñó la supremacia de las artes para filtrar y cristalizar todo gesto humano, todo momento trivial en un constante fluir de arcos y arabescos que parecen llevarnos desde el comienzo hasta el fin de nuestra vida, cuando de verdad se remontan hacia un comienzo todo original que acabará de modo desconocido e incierto, desde nuestra perspectiva. Vistos por esta óptica, los saltos mortales de Alegría adquieren un tono más profundo y a la vez más ecstático. La pregunta que hoy me hice a mí misma, sin embargo, queda sin contestar. Es decir, si se trata de decir que sí o no.

jueves, febrero 17

Enigma resuelto

Saliendo de la biblioteca, con la testa llena de poesía y música, música y poesía, lo poético-musical, y --para variar-- lo músico-poético, pensé otra vez en mi sueño de la otra noche....

Waldstein, en do mayor.
El teclado del computador....
Waldstein, en do mayor y la primera nota que fallé ha sido una de las teclas negras...
El teclado del computador....

Dos pasitos más y entendí la razón por el error que sigo haciendo en mi sueño: el teclado de mi computador no tiene teclas negras.

Entonces, sí, Sogni, voy bien con la tesis. Al menos los sueños me lo indican así.

martes, febrero 15

Sueño musical: la Sonata "Waldstein", op. 53 de Beethoven

En la vida real:
Hace unos años, cuando fui a visitar a mi hermana, llegué a Toronto y fui directamente al estudio de su maestro, donde estudiaba todos los días. Al entrar, se intercambiaron los sólitos saludos a exclamaciones que sólo las hermanas podrán entender, de esos que demuestran plenamente una conexión lingüística muy particular. Mi hermana me mostró una canción que tenía que aprender, yo canté la parte vocal. Luego tocó algo para mí y le hice algunas sugerencias. Luego, como había dos pianos, me senté en el otro e improvisadamente las dos, sin decirnos nada, empezamos a tocar en el mismo instante la sonata "Waldstein" de Beethoven, incluso fallamos la misma nota, sustituyéndola con la misma equivocada. Pues nada, fue una ejecución brevísima, versión carcajadas de proporción cardíaca.

En el sueño:
Entonces, me senté en el piano, no sé dónde estaba, no era mi casa, ni el estudio de ninguno de mis antiguos maestros, pero fue un espacio amplio, detrás de mí estaba alguien y sospecho que ese alguien era como el espectro de Leon Fleisher, o alguien de su status. Y curiosamente (pero si llevo meses sin tocar el piano) me sentía muy cómoda, como si hubiera estudiado mucho en los últimos días, y empecé a tocar la Waldstein. Por supuesto que hice el mismo error, aunque no sabré nunca por qué lo hago, sólo que para mí, las tonalidades son casi como distintos idiomas, y yo no manejo muy bien la de do mayor.

Tiro más a fa menor, re menor al máximo, y si me prometes una cena maravillosa, quizás, puedo producir algo en si bemol mayor. De allí viene mi curiosidad por saber por qué los compositores escogían ciertas tonalidades para sus composiciones; por qué uno componía una marcha fúnebre en si bemol menor, o un concierto triunfante en mi bemol mayor, una sonata de tenor puro en do mayor, una polonesa fantasía en fa menor: Eso. Una Polonesa Fantasía en fa menor.

Esta obra, de Chopin, selló mi destino como pianista. Mi hermana, por ejemplo, dice que no hay otra obra para ella como la Fantasía de Schumann, que ésta es su gran amor, como lo es para mí la Polonesa Fantasía. Desde que noté que me sentía extraña en otras tonalidades, como si el piano se convirtiese en un elefante o en un empujatierra, supe que mi futuro como pianista estaba en grande peligro.

Hace unos años falleció uno de mis maestros. Un pianista de origen polaco que nunca había conocido a su padre y que desde muy joven había crecido en Canadá. Nos conocimos en Banff, en el Centro de Bellas Artes, durante las sesiones de verano. Mira qué rollo: la primera vez que toqué para él, creo que toqué la Waldstein. Habría que hacer la cuenta cronológica, porque estoy convencida que nuestra asociación se concretaba a base de la Polonesa Fantasía. Su pareja, que confundía a mi hermana conmigo, se sorprendió al enterarse de que yo había dejado la música. Lo cual es un gran cumplido que acepto sólo con mucha reverencia y respeto por uno que sentía la música de Chopin no con su corazón, pero desde lo más íntimo y lo más oscuro de su alma.

Que, por cierto, estaré siempre agradecida a nuestro amigo y maestro Marek por compartir con nosotros sus lecciones eternamente sensibles...

Mango cocina

En coreano no se usan los artículos definidos, ni indefinidos, ahora que lo pienso. Con el resultado (tampoco es que haya crecido en Corea) que a veces, en inglés, se me escapan. Muchas veces, incluso, la frase termina de manera precoz: por ejemplo, si alguien me pregunta si tengo harina en casa, es más probable que yo responda diciendo "Yeah, I have". Mi ex-novio, que era lingüísta (sin comentarios) me comentó una vez que cuando yo estaba cansada, se me notaba un ligero acento coreano.

Y repito, que nunca he estado en Corea. Pero crecí hablando un coreano sin acento, no me hablaban ni me contestaban si yo hablaba inglés. Esto era grave, por supuesto, cuando se trataba de comer. En cuanto a la comida, mis padres me llevaban con tanto orgullo a casa de sus amigos, a presentarles ese fenómeno que habían criado, que sabía decir más de una frase completa en un coreano perfecto, que comía la comida más inusual, más picante y más alejada de cualquier concepto gastronómico norteamericano.

En estos días, me ocupo de un poeta español del Siglo de Oro, entonces no me queda más por poner aquí, sólo quería escaparme del inglés por un momentico.

El inglés me cansa.
Me enrolla el cerebro de tal manera que empiezo a extrañar aquellos momentos en que me cansaba escuchar el griego durante todo el día.

Ah, pero esto ya es otra historia.

viernes, febrero 11

La continuidad de los parques

Señorita Park la menor llama a su hermana mayor a las 3:30pm de la tarde. Minutos antes había colgado después de una conversación breve con el señor Park, padre de ambas fijas de Parque. En el mismo instante se registra un mensaje de la señora Park, madre de esas fijas y mujer del padre de las mismas, en la bandeja de entrada del correo de la pequeña.

En aquel mismísimo instante, señorita Park, la hermana mayor de la arriba mencionada señorita Park, ambas fijas del mismo señor Park, estaba en una tienda, buscando una tarjeta para mandar a su hermana y a su madre, que les esperan regalos aquí en su casa (y si antes no lo fueran, ahora son) para el día de San Valentín.

martes, febrero 8

Los lapsos lingüísticos

Leo en el programa de la clase "Las corridas de toro", pero como llego a clase un poco cansada, se me lía la lengua, para darme el resultado (poco entendido, debo decir) siguiente:
-Hola clase, hoy vamos a hablar sobre las tórridas de coro.
Me doy cuenta y los estudiantes, al escuchar el lapso, lo encuentran gracioso, pero sin captar el lapso significativo.
Continúo:
-...que, por cierto, tiene su propio sentido también.

Aparte del sonido, ¿no es curiosa la manera en que se complementan?

domingo, febrero 6

La diferencia entre Chopin y Bach

Chopin sabía de perfumes, estoy segura de que sabía de perfumes. Sus melodías lo atestan. A veces me cansa que llorara eternamente un amor no correspondido o bien los amores que lo agotaban; sus acordes que hacen todo por demostrar que no era impotente (eh, eh, éstas son suposiciones hipotéticas, nada más), sus gestos de heroe, ora frágil y devorado por el tuberculosis, ora divinamente lírico y contemplativo ante un reflejo de oro en sus propias lágrimas. Chopin, en sus obras de madurez (en términos relativos), se entregaba a la técnica que parece dominar a los compositores en esa fase: el contrapunto. Y por medio del mismo me escapo un momento de un compositor que, si lo critico no es que lo quiera menos....no, no; ni siquiera es crítica. Es el reconocimiento de mi propio reflejo; a veces me he perdido en la admiración asombrosa de una melodía que traducía mis sentimientos, que me comunicaba ideas, pensamientos, recuerdos lejanos y sensaciones físicas de una persona que una vez lloró sus canciones, que cantaba su llanto...y se desvaneció. Su música es como el perfume de su existencia, que me perdonen estos símiles gastados y banales...

Bach, en cambio, es pura matemática. Es decir, que tocar su música es como solucionar problemas de la matemática. Uno no puede tocarla sin haber estudiado la duración precisa de las notas, el número exacto de compases; no se puede salir de la línea. No se trata de la precisión humana, sino de la menuda pequeñez del ser humano frente al perfecto diseño de un universo continuo y eterno de todas las épocas, que fluye desde el origen hasta el fin, que en esa continuidad es, al mismo tiempo, el mismo origen. No bromeo, ni deliro, ni pretendo ser capaz de describir la sensación de "tocar" bien una fuga de Bach. Uno no está tocando en ese momento, es como si la fuga saliera por sí misma. Cada nota procede a la próxima de manera tan fluida que uno ni siquiera percibe los cambios de tono. Es arquitectura, pero arquitectura que imita las esferas y que te abre lo más íntimo de tu alma hasta hacerte perder el sentido del tiempo. Uno deja de respirar conscientemente y sólo es cuestión de sentir el entrar y salir del aire de los pulmones...y no se puede caer en la tentación de "tocar bien" o "tocar mejor"...porque una fuga de Bach nos enseña que todo comienza antes de nosotros y continúa después de nosotros.

Por eso que no soporto que la gente me diga (con esa sonrisita) que la música clásica "is so relaxing". Y yo que no puedo hacer nada cuando escucho la música de Bach, que pierdo la capacidad de hacer nada cuando siento cómo una como Martha Argerich arranca de mis manos todo lo que yo sabía de mis diez dedos, de las teclas--por lo que me enseñaron, entendí que las había de dos colores diferentes, pero hay que ver cómo se trastorna todo en manos de ella--y me deja sin aliento, me desespera, me deja burlada, y como la buena demonia que es, se burla de todos que pretendan profesar algo de amor por la música y sobre todo, por ella.

Y si ahora escribo estas cosas, es que no supe hacerlo en su momento.
En aquel momento, lo que habría dado yo por saber aún menos.

sábado, febrero 5

Cosas que no he hecho

El último mes compré muchas cosas por internet. Me llegaban regalos de Navidad, un regalo de cumpleaños para mi madre (que, por cierto nunca llegaba hasta que yo llamara para verificar el status de mi compra--ay, las maravillas de la compra y venta en EE.UU.), zapatos blancos de charol (un verdadero vicio), discos compactos, etc. Esta semana, por ejemplo, me ha llegado un disco de Camarón que yo había comprado hace unas semanas. Había tardado mucho en llegar. Ayer también me llegó un libro de Cortázar (es decir, escrito por él: yo no pretendo decir que soy un medio!), pero que no recordaba haber comprado. Mientras abría el paquete pensaba que realmente éste era un caso exagerado, que si no recordaba nunca haber pedido ni mucho menos pagado por este libro, que quizás me había pasado en el asunto de las compras en línea. Luego, más tarde, siguiendo esta línea de razonamiento, le relaté a un amigo lo sucedido, y mientras le comentaba que el asunto se ponía peligroso, me confesó que él me había comprado esa copia de Historias de los cronopios y de las famas.
-Entonces perdiste una ocasión para tomarme el pelo. Pudiste haberme regañado y yo te habría agradecido de corazón semejante toma de consciencia.
-No, pero imagínate si me hubieras dicho que tú habías comprado el mismo libro y que hoy mismo te llegó el tuyo.
-Buena observación. Entonces soy yo la que me perdí una buena broma también.

Pero hoy me llegó un libro que me mandaron hace un mes y un día, que se titula Fotografías que no he hecho. Un librito precioso, impreso en Salamanca la víspera de Navidad de 2004, que se cuenta entre los ciento cincuenta ejemplares numerados y personalizados a mano por el autor. Lamento decir que mientras cortaba las páginas, algunas quedaron seriamente mutiladas, pero igual quedan como testimonio de mi ansioso entusiasmo por ingerir su contenido. Hubiera hecho al menos un ensayo con otra página para perfeccionar mi técnica de abrir las páginas (es que nací en la época de los libros pre-fabricados con páginas pre-cortadas, non c'è altro), porque en definitiva las segunda y tercera veces logré separar las páginas-gemelas con un movimiento limpio y acertado.

Luego de pasar la mitad del librito, se me intensificó una impaciencia urgente, como la de una niña en la víspera de Navidad, que no sabe si recibirá un regalo, que quiere saber, que quiere ver, que no puede esperar más....y zas. Casi pierdo una página entera, cosa que me da pena, pero la letra se conserva. El contenido ha quedado intacto. No se ha perturbado ni la más mínima letra. Bien. Tampoco las fotografías que no se han hecho.

Pero mientras examinaba la letra, la memoria giraba hacia el recuerdo casual de otro momento en que me demostré tan impaciente, tan niña. Los tres estábamos en la cocina de mi mejor amigo durante mis años en la Escuela de Música. Los tres éramos pianistas y fue durante Pascua, precisamente el día en que teníamos que pintar los cascarones de huevo. Entonces era como volver a la infancia, tres adultos que por esas tres horas habían recreado una infancia colectiva en la que nos conocíamos de niño-adultos, sentados en la mesa, cada uno con una docena de huevos. Nicolas, québécois, él del alma tan dulce, me mostraba cómo se hacía un agujero pequeño en los dos extremos del cascarón, y soplando en uno de ellos se hacía salir los contenidos del huevo hasta quedar sólo con el cascarón, el cual se pintaba luego. Habríamos pintado escenas locas, estoy segura, sólo que ahora no recuerdo, porque el recuerdo que eclipsa todos los demás recuerdos es el en que empecé a ponerme impaciente, y Nicolas, que me veía así, empezaba a reír muy dulcemente, como un abuelo indulgente, y luego ¡paf! y se explotó un huevo entero en mis pantalones, con lo cual los tres empezamos a reírnos a carcajadas interminables. Teníamos que estar en la Escuela de Música en menos de media hora para asistir a un concierto (tampoco recuerdo de quién), y con el poco tiempo que nos quedaba, lo más prudente fue que me pusiera los pantalones de Nicolas y así, los tres, felices de la vida y cómplices de una explosión ovular, nos fuimos marchando hacia el concierto.

Éstas son memorias irrecuperables. Nicolas murió poco después, durante una operación sencilla pero delicadísima. Por lo cual sujeto contra mi pecho tanto más celosamente esta memoria que no he olvidado.

jueves, febrero 3

Ay, qué fatiga.

Diálogo sobre el matrimonio, parte 1a:
-Y Ud., ¿por qué nunca se ha casado?
-Supongo que no he encontrado la persona adecuada. ¿Y tú? ¿Piensas casarte algún día?
-¿Quién, yo? No, no quiero cansarme.
-No, dije, ca-sar-te y no can-sar-te.
-Ah, bueno. Peor todavía.

Diálogo sobre el matrimonio, parte 2a:
-Vamos a tirar.
-No, chamo, quiero casarme primero.
-Bueno, primero te cazo, luego te casas.
-¿Y tú?
-¿Y yo, qué?
-Qué rata eres. Bueno, vamos a tirar.

Diálogo entre ex-novios:
-Mira, estoy en el supermercado. Dentro de poco voy para tu casa.
-Ah bien, estaba empezando a preparar las cosas para cenar.
-Por cierto, ¿necesitas que te compre algo?
-Emmmmmm, bueno, quizás...ehhh, sí.
-¿Qué es? Dímelo ya, que estoy apurado.
-Una caja de...
-Ya sé, ya sé. No te preocupes. A mí no me da vergüenza comprar esas cosas de mujeres, menos mal que a uds. les toca sólo una vez al mes.
-No, no, cariño.
-¿Entonces?
-Este.., ¿me compras una caja de preservativos?
-(silencio)
-...bien grandes, por favor.
-(silencio)
-...bueno, entonces nos vemos en un ratico. Te esperamos en la habitación, ya sabes...eres un cielo.

El seso más débil

Me cruzo en el pasillo con una amiga del Cono Sur, que viene sonando las narices y verificando que tenga tapado el cuello. Yo le pregunto, después de afirmar que ando con los dos pies:
-¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?
-Che, sí....un poco de resfrío. Y diserta que "cada persona tiene su parte débil del cuerpo": La mía es la garganta.
A lo que yo le respondo, "Y la mía es el seso".
Con lo cual me queda mirando estupefacta ante tal aberración.
-No, no, es decir, el se-so, no el se-xo.

Pero, a decir verdad, habría que pensarlo bien.
Al fin y al cabo, puede resultar que la lengua sea más eficaz que el seso.

miércoles, febrero 2

Una storia d'amore paraculo

Incluso Traveler sostenía que se había enamorado de Talita exactamente en el momento en que ella, bajando los ojos, trataba de explicarle por qué el supositorio era más activo después y no antes de una buena evacuación del vientre.
--Desgraciado--decía Talita a la hora de las rememoraciones--. Bien que entendías las instrucciones, pero te hacías el sonso para que yo te lo tuviera que explicar.
--Una farmacéutica está al servicio de la verdad, aunque se localice en los sitios más íntimos. Si supieras con qué emoción me puse el primer supositorio esa tarde, después de dejarte. Era enorme y verde.
--El eucaliptus --decía Talita--. Alegrate de que no te vendí esos que huelen a ajo a veinte metros.
(Rayuela, cap. 37)