martes, febrero 15

Sueño musical: la Sonata "Waldstein", op. 53 de Beethoven

En la vida real:
Hace unos años, cuando fui a visitar a mi hermana, llegué a Toronto y fui directamente al estudio de su maestro, donde estudiaba todos los días. Al entrar, se intercambiaron los sólitos saludos a exclamaciones que sólo las hermanas podrán entender, de esos que demuestran plenamente una conexión lingüística muy particular. Mi hermana me mostró una canción que tenía que aprender, yo canté la parte vocal. Luego tocó algo para mí y le hice algunas sugerencias. Luego, como había dos pianos, me senté en el otro e improvisadamente las dos, sin decirnos nada, empezamos a tocar en el mismo instante la sonata "Waldstein" de Beethoven, incluso fallamos la misma nota, sustituyéndola con la misma equivocada. Pues nada, fue una ejecución brevísima, versión carcajadas de proporción cardíaca.

En el sueño:
Entonces, me senté en el piano, no sé dónde estaba, no era mi casa, ni el estudio de ninguno de mis antiguos maestros, pero fue un espacio amplio, detrás de mí estaba alguien y sospecho que ese alguien era como el espectro de Leon Fleisher, o alguien de su status. Y curiosamente (pero si llevo meses sin tocar el piano) me sentía muy cómoda, como si hubiera estudiado mucho en los últimos días, y empecé a tocar la Waldstein. Por supuesto que hice el mismo error, aunque no sabré nunca por qué lo hago, sólo que para mí, las tonalidades son casi como distintos idiomas, y yo no manejo muy bien la de do mayor.

Tiro más a fa menor, re menor al máximo, y si me prometes una cena maravillosa, quizás, puedo producir algo en si bemol mayor. De allí viene mi curiosidad por saber por qué los compositores escogían ciertas tonalidades para sus composiciones; por qué uno componía una marcha fúnebre en si bemol menor, o un concierto triunfante en mi bemol mayor, una sonata de tenor puro en do mayor, una polonesa fantasía en fa menor: Eso. Una Polonesa Fantasía en fa menor.

Esta obra, de Chopin, selló mi destino como pianista. Mi hermana, por ejemplo, dice que no hay otra obra para ella como la Fantasía de Schumann, que ésta es su gran amor, como lo es para mí la Polonesa Fantasía. Desde que noté que me sentía extraña en otras tonalidades, como si el piano se convirtiese en un elefante o en un empujatierra, supe que mi futuro como pianista estaba en grande peligro.

Hace unos años falleció uno de mis maestros. Un pianista de origen polaco que nunca había conocido a su padre y que desde muy joven había crecido en Canadá. Nos conocimos en Banff, en el Centro de Bellas Artes, durante las sesiones de verano. Mira qué rollo: la primera vez que toqué para él, creo que toqué la Waldstein. Habría que hacer la cuenta cronológica, porque estoy convencida que nuestra asociación se concretaba a base de la Polonesa Fantasía. Su pareja, que confundía a mi hermana conmigo, se sorprendió al enterarse de que yo había dejado la música. Lo cual es un gran cumplido que acepto sólo con mucha reverencia y respeto por uno que sentía la música de Chopin no con su corazón, pero desde lo más íntimo y lo más oscuro de su alma.

Que, por cierto, estaré siempre agradecida a nuestro amigo y maestro Marek por compartir con nosotros sus lecciones eternamente sensibles...

1 comentario:

sogniebisogni dijo...

Un interessante avvertimento a non rifare sempre gli stessi errori (o un'esortazione a rifarli?). Ma il fatto che ti sentissi cosi' preparata e' un buon segno per la tesi...