sábado, febrero 19

Hoy quiero hablar del circo.

El Cirque du Soleil nació en Montréal, Québec, provincia francófona canadiense. O sea, al este de mi patria (André, novio de mi hermana se niega a aceptar que su pueblo sea parte del Canadá). Recuerdo vagamente cuando estuve allí hace años que se veían por todos lados los carteles del "Circo del Sol", pero no llegué a entender de que se trataba hasta hace unos meses, cuando me tocó otra coincidencia familiar: en la misma semana en que mi padre me decía que iba a ver el circo, yo encontré en la colección de dvds de la biblioteca universitaria la grabación en vivo de "Alegría". Alucinada por lo que vi, llamé a casa y exclamé a todos que fueran a ver una función del Cirque du Soleil, porque era la ostra y había visto en su página web que desembarcaba en Toronto sobre esas fechas. Mi madre, divertida, me contestó diciendo que ya habían ido. -Pero si esto no es un circo cualquiera, respondí, pero es probable que en ese momento ella haya cambiado de tema, primero porque le habría llamado a su trabajo y entonces estaba ocupada, segundo porque mi madre es así.

El espectáculo es una maravilla artística, técnica (en todos los aspectos, desde la construcción del escenario, la coreografía, el atleticismo, los trajes) y musical. La destreza se combina con el lirismo de los gestos, de la postura, del delicado equilibro arlequinesco entre la tristeza y la alegría exuberante. Entre saltos y contorsiones de cuerpo, me puse a pensar en la poesía, en qué es lo que realmente nos aporta la ceremonia, la concentración y cuál fue el origen de la conciencia ritual del ser humano. Tópicos que sé que han sido investigados e incluso tendré por allí las referencias bibliográficas con las páginas específicas. Pero aquí no me interesan los libros ni los teóricos.

Quiero imaginar el primer momento en el que levantar los brazos hacia el cielo significara una cosa; el primer momento en que se señaló la gratitud así como el reconocimiento de un público por medio de una reverencia; el primer momento en que se hizo conciente de estar ante el público. Mientras recorría esas ideas, se me ocurrió una cosa, planteada de una forma interrogativa: ¿acaso echaba yo de menos interpretar en el escenario? El hecho de haber estado frente a tanta gente durante gran parte de mi vida me ha moldeado y por supuesto que ha dejado su huella. Pero entonces me vi evitando la respuesta, o al menos evadiendo la pregunta. ¿Entonces?

Mi respuesta se ha dado en otra época, en boca de uno mucho más sabio que yo, pues según Boecio, hay tres tipos de músicos: los que tocan instrumentos musicales, los que componen cantos, y los que juzgan la ejecución instrumental y los cantos. De estos tres, el último es el que verdaderamente se llama músico, pues se basa en el uso de la razón (cita robada de una tesis doctoral; gracias, Mario). No es lo que dirían los músicos de hoy.

Interpretar en el escenario me gustaba. Yo era muy sensible a la sinergia, sabía manipular la atención de los oyentes, cuando terminaba de tocar, el público tardaba unos segundos en comenzar el aplauso; todos indicios buenos para un intérprete. Pero para poder interpretar, yo necesitaba leer. Para "contar las historias" de la música, era preciso sentir la música de las palabras y sentir también la gramática de la música para luego recitar melodías trágicas, para recitar pensamientos íntimos, para recitar acusaciones, formulaciones, imitaciones y aproximaciones de nuestra comunicación verbal.

Estar en el escenario me enseñó la supremacia de las artes para filtrar y cristalizar todo gesto humano, todo momento trivial en un constante fluir de arcos y arabescos que parecen llevarnos desde el comienzo hasta el fin de nuestra vida, cuando de verdad se remontan hacia un comienzo todo original que acabará de modo desconocido e incierto, desde nuestra perspectiva. Vistos por esta óptica, los saltos mortales de Alegría adquieren un tono más profundo y a la vez más ecstático. La pregunta que hoy me hice a mí misma, sin embargo, queda sin contestar. Es decir, si se trata de decir que sí o no.

1 comentario:

Elisabeta dijo...

No he visto nunca al cirque de Soleil pero todos los comentarios que he leído son en la linea de tu post.Hace años que tengo curiosidad en asistir a un espectaculo de este cirque.Y respecto a tu pregunta deberias de responderte y luego...actuar en coherencia,si echas de menos el escenario...quizás es tiempo de volver...quizás...Besitos