martes, diciembre 28

Estudio Op. 10, no. 12, el "Revolucionario"

Apenas escrito lo anterior sobre Chopin, se me presentó la otra cara de la moneda. Además de su enfermedad, tema del libro The Long Suffering of Chopin (ver aquí un artículo sobre el tema), su amor por Constanza Gladkowska, su relación con George Sand, su temperamento delicado y aristocrático, hay que recordar (como si fuera poco) su doble ascendencia: francesa por la línea paterna y polaca por la de la madre. De allí que se bosqueja una fuerte identificación con la patria materna, la cual tiñe y hasta inunda el estudio op. 10, no. 12, que Chopin compondría en 1830, tras recibir la noticia que se había derrotado a la insurrección polaca. Un mes antes, le había dedicado su Concierto en mi menor a Constanza, por quien sentía un ardor "imposible de declarar, desgraciadamente". En las dos pasiones del compositor polaco-francés, se distingue siempre la nota melancólica de uno que está ajeno a sus propias circunstancias. El lirismo del concierto que le dedicó a Costanza cede paso a las escalas tumultuosas del estudio "revolucionario".

Cabe mencionar que este estudio aparece en la lista de repertorio de innumerables concursos dados en todas partes del mundo. Es tan fundamental en la formación de cualquier pianista como lo es la oliva en el mediterráneo. Entonces cuando mi hermana me pidió consejos para tocarlo, se me ocurrió que había que tocarlo como si le importara un pito el mundo.* La imagen que se me trazó en la mente fue la de uno que está al borde de un precipicio, pero que no se siente ningún miedo a caerse ni a morir en el mismo instante. Hay que olvidarse de la música, no se logra nada ocupándose del fraseo ni del timing. Todo viene de esa sensación vertiginosa, de provocarle miedo al público, que seguramente habrá oído este estudio mil veces en el último mes. Tocarlo con vértigo, con quizás una mirada final hacia atrás, pero hacia un pasado que ya no existe, hacia una patria que se ha borrado. Pero como el gesto poético de uno que en medio del campo de batalla escribe sus versos (otro día se pensará sobre Montale), el poeta se interrumpe y se arroja alocado de su sitio precario al borde del precipicio. Un campo ideal será, pues Chopin componía lejos de Varsovia, desde su sala en Viena.

Pero igual hay que pegarle un susto increíble a quien tenga la mala fortuna de acercarse a ese campo, a ese precipicio revolucionario, porque en la locura es donde reside la máxima cordura.

Otros artículos: Revista clásica, El Festival Chopin en Mallorca

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mango, ho un po' di problemi a chiamarti la mattina, tenendo conto che se mi sveglio alle otto da te sono gia' le dodici (ho detto SE mi sveglio alle otto, ma in realta' mi sveglio alle undici). Domani riprovero' comunque per controllare la tua diligenza nello studio ;)

MR dijo...

ti ho risposto in un'email!

Anónimo dijo...

Soy camaron. No sé todavia como funciona esto blog. Tengo que aprender. Necesito tiempo.
Mi curiosidad ahora es saber ¿adonde vives?
He leido en el otro comento que hay una diferencia notable de horario.
Un saludo.

MR dijo...

Hola Camaron,

Estamos en todas partes: entre tu' y yo hay una diferencia de seis horas, entre el otro anonimo y yo, tres (el esta' en el oeste en este momento), entre la eternidad y nosotros, toda una vida...

Besos,
;) Mango!